"BUENA Y ACERTADA CRITICA"
Al imposible de
Paul W.S. Anderson le debemos no sólo unos cuantos insultos al séptimo arte, sino el haber destrozado dos sagas en las que había al menos tres estupendos títulos (y no hace falta que diga cuáles son). Lo malo del asunto es que su ‘Aliens vs. Predator’, film infumable donde los haya, ha abierto la veda para una nueva saga que a tenor de los resultados taquilleros de ambas películas, es muy probable que continúen torturándonos con ella, mientras los nostálgicos echamos de menos el trabajo de gente como
Ridley Scott,
John McTiernan, y sobre todo
James Cameron.
Y subrayo lo del director de ‘Titanic’, porque a pesar de que ‘Aliens vs. Predator 2’ (AVPR: Aliens vs. Predator – Requiem’, 2007) es una película que recuerda irremediablemente a la obra magna que realizó Scott, y al estupendo film de McTiernan, toda ella parece un plagio de ‘Aliens, el Regreso’, la magistral secuela con la que se coronó James Cameron, y que si lo llego a saber me la hubiera puesto por vez número… (ups, ya he perdido la cuenta), y no hubiera tenido que soportar este remedo dirigido por Colin y Greg Strause, hasta ahora técnicos de efectos visuales.
La acción de ‘Aliens vs. Predator 2’ enlaza directamente con el anterior film: en la nave de los Predators, un pasajero no esperado hace estragos en la misma logrando que ésta se estrelle, oh que casualidad, en el planeta Tierra. En unos bosques cerca de una pequeña localidad estadounidense, los especímenes de los aliens encuentran la libertad para andar a sus anchas y “preñar” a todo bicho viviente (humanos, por supuesto) que se encuentren a su paso. Mientras tanto, desde el lejano planeta de los Predators, un valiente guerrero parte en busca de la nave estrellada para borrar todo rastro de la misma. El enfrentamiento está asegurado.
Se nota que los hermanos Strause admiran el film de Cameron, y que junto con el guionista, han decidido revisitar dicho film casi punto por punto. Evidentemente hay cambios para que la cosa no cante tanto, y la primera por supuesto es la localización de la trama. Prácticamente toda ella tiene lugar en nuestro querido y amado planeta. En montaje paralelo vemos como los aliens se van cobrando nuevas víctimas, como el Predator les va siguiendo la pista, y como los habitantes de un pequeño pueblo se preparan para enfrentarse a esos bichos prácticamente indestructibles. También tenemos marines, como no, aunque su participación se limita a tirar una bomba de tomo y lomo por eso de que la trama se complica demasiado y luego no saben cómo terminar la película.
La puesta en escena no es nada del otro mundo. Por supuesto y para rendir homenaje, la mayor parte de la película transcurre de noche, y con algo de lluvia, como mandan los cánones para que no se vea nada. Y aunque los efectos visuales del film son más que decentes (faltaría más), las peleas entre el Predator y los Aliens son muy confusas, les falta ritmo y están resueltas muy facilonamente, sin pizca de emoción en ellas. Desaprovechando así una de las grandes bazas de la saga: ver como se dan de leches dos de las especies alienígenas más admiradas del celuloide. Por cierto, probablemente sea impresión mía, pero al igual que en el anterior film, uno siente más simpatía por el Predator que por los Aliens. Con cuatro trazos (no necesita más) queda perfectamente definido en la historia, siendo esto lo mejor de esta pobrísima película. Los Aliens no resultan inquietantes, no asustan (quizá por eso, sólo envían a un Predator a darles caña, porque se llega y se sobra). Y por otro lado, el híbrido de ambas especies no sólo es vergonzoso, sino que está totalmente desaprovechado.
En cuanto a la labor actoral, ésta simplemente no existe, para ir en consonancia con el guión. Da igual que esté Reyko Aylesworth, que a más de uno le hizo tener húmedos sueños en la adictiva ‘24’. Aquí da vida a un marine, que con niña y todo, resulta siendo una copia barata de Sigourney Weaver y Carrie Hem en la ya nombrada película de Cameron. Por supuesto habría que premiar de algún modo a Ian Whyte, actor que hace creíble al Predator, y que es la única estrella de la función.
Una mala película, que por supuesto deja un final abierto, porque hay que seguir explotando la gallina de los huevos de oro. Con todo es preferible al engendro de Anderson.
Alberto Abuín
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